La jornada fue larga, me sentía cansado, pero algo llama mi atención, esa bella estructura no pasa desapercibida, además había sido invitado a la inauguración de la ofrenda de Casa Lamm. Por adentro, en un espacio abierto se aprecia un bello restaurante a la derecha; hay unas escaleras de piedra bellamente adornadas con pequeñas lámparas de papel que, resguardan pequeñas llamas del viento. Al subir, el recibidor con una mesa enorme con una escultura y algunos trípticos, pero mi destino está en el gran salón que da paso a las aulas. Se puede oler el bello aroma del cempaxúchitl y el olor a dulce, las luces ya se encuentran a media luz, aquella que proporcionan las veladoras. A mi derecha esta la ofrenda, una de las más artísticas que haya apreciado. Poco a poco la gente empieza a llegar, en su mayoría familiares y conocidos de la organizadora. Llega más gente y empieza a circular el chocolate en pequeños jarros de barro y pequeños panes de muerto, frente a mil flashes de las cámaras, continúan mientras las personas siguen inmortalizando aquella bella ofrenda.
Un escritor y poeta declama un poema que él llama “Delirio”, casi al mismo tiempo llegan personajes muy coloridos disfrazados de actrices y catrinas. He resistido la tentación al chocolate, pero la verdad no resisto más y me dirijo al mesero para tomar un tarro cuando, de pronto, me atraviesa. Por un momento olvidé que era uno de los invitados no vivos; solo aspiro el olor al chocolate y me voy, hay más ofrendas que visitar el día de hoy.