Fotografías por Roberto G. Contreras, con autorización del Museo Nacional de Arte
El pasado día 12 de septiembre en el Museo Nacional de Arte (MUNAL), se llevó a cabo la inauguración de la exposición Discursos de la piel, la cual presenta una muestra enfocada en el trabajo del pintor mexicano Felipe Santiago Gutiérrez, con más de 110 obras provenientes de más de 8 colecciones distintas, tanto particulares como institucionales, dentro de las que destacan el Museo Nacional de Colombia, el Museo Felipe Santiago Gutiérrez del Estado de México, el Museo Nacional del Prado, la National Gallery of Art de Washington, el Musée d’Orsay en Paris, el Museo Nacional de la Acuarela Alfredo Guati Rojo, así como colecciones como la del Banco Nacional de México, o la Colección Andrés Blaisten.

Ubicado en Tacuba 8, Centro Histórico, Ciudad de México.
Es de destacar que con este maravilloso proyecto se reapertura la sección de exposiciones temporales del Museo Nacional de Arte, lo cual lo vuelve sumamente especial, dado que durante seis meses esta sección del museo permaneció cerrada por motivo de trabajos mantenimiento.

Para llevar a cabo esta impresionante exposición, ha sido necesario un gran esfuerzo y tiempo para realizar la investigación y documentación iconográficas, tal y como señaló la Doctora Sara Baz Sánchez, la cual también nos resaltó que “Las obras aquí reunidas permiten aprehender la trayectoria del pintor texcocano pero, sobre todo, valorarlo como un de los pocos mexicanos que tuvieron el arrojo de convertirse en viajeros y llevar su bagaje consigo a otras latitudes, dejando una escuela productiva y sembrando influencia y talento en otras regiones del orbe” (Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), 2017).
Pero ahora comencemos a conocer un poco sobre el artista que es el eje central de esta impresionante exposición, es decir, el pintor originario de la ciudad de Texcoco, en el Estado de México, Felipe Santiago Gutiérrez, el cual se vuelve motor de la transición artística que lleva a Latinoamérica del periodo del romanticismo al realismo. Me atrevo a mencionar no solamente a México, sino a toda América latina debido a que este autor plástico llevo su arte fuera de nuestras fronteras, colaborando en diferentes naciones para realizar ese cambio y dejar instituciones sólidas en la creación artística en países como Colombia, en la Escuela de Pintura de Bogotá, de la cual fue su primer director y que posteriormente fue nombrada como Escuela Gutiérrez o Academia Gutiérrez en su honor, sentando así las bases de la actual Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia.

Como incansable viajero, Gutiérrez lleva una larga travesía no sólo a lo largo y ancho del territorio nacional, sino que viaja por todo el mundo, iniciando en Estados Unidos en las ciudades de San Francisco y Nueva York, para partir después a Europa en ciudades como París, Roma, Madrid, entre otras, para regresar posteriormente a América con recorridos en las ciudades de Lima, Buenos Aires, Río de Janeiro, Montevideo, Caracas, Santiago de Chile y obviamente Bogotá. Durante estos viajes, Gutiérrez cultivó además de su arte, grandes éxitos y reconocimientos, así como relaciones de amistad con personajes célebres dela época como lo fueron el diplomático Rafael Pombo, Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, Epifanio Garay, así como su maestro en la Academia de San Carlos, el pintor catalán Pelegrín Clavé, o su discípulo dentro de la misma Academia, José María Velasco.
Pero regresando a la exposición, gracias al gran trabajo curatorial de Víctor Rodríguez Rangel (quien ha realizado otras curadurías de gran importancia como la exposición de José María Velasco en el mismo MUNAL), es posible apreciar a través de cuatro salas, un total de 114 piezas que cubren en gran detalle los temas y géneros observados en la segunda mitad del siglo XIX, el cual fue el periodo de transición del romanticismo hasta el realismo naturalista y escénico.
A través de las cuatro salas podemos definir adecuadamente estas evoluciones, las cuales comienzan con las temáticas del romanticismo enfocadas en el clasicismo grecolatino y los temas cristianos, para posteriormente avanzar al retrato, mostrado aún con la carga barroca pero con el manejo de la iluminación de estilo europeo, teniendo a continuación las escenas del costumbrismo que narraba las escenas típicas de las ciudades y poblaciones de la época, finalizando con el estudio de la que quizás se volvió el trabajo más polémico de la época, con el manejo del desnudo total femenino de finales del siglo XIX. Todo esto, aunque se enfoca en el trabajo del pintor texcocano (representado por 52 de sus obras), cuenta además con un marco iconográfico de 32 artistas, 15 de ellos mexicanos (además de Felipe Santiago Gutiérrez), 7 franceses, 4 españoles, 2 colombianos, 2 belgas y 1 alemán que sirven para comprender tanto las influencias artísticas de la época, como la estructura y momento social que tuvo esa etapa de la historia.

Como apertura de la exposición, en la sala dedicada a los temas del clasicismo, podemos encontrar a la obra del año 1850, “La caída de los ángeles rebeldes”, una poderosa obra que muestra el momento en el que Lucifer es expulsado al infierno junto con los ángeles que lo siguieron, siendo uno de los principales temas de la cultura judeocristiana. Otra de las obras que marcan la atención dentro de esta sala es la de “El juramento de Bruto después de la muerte de Lucrecia”, tomando ocasión de otro tema recurrente de la época, es decir, los temas grecolatinos, pero que, al mismo tiempo, representaba también un estatus político de la época en México, justo en el enfrentamiento entre conservadores y liberales, mostrando con ello según la apreciación de los estudiosos, las preferencias republicanas del pintor mexiquense. Todos esos temas no eran novedosos, por el contrario, marcaban el final de la época del romanticismo ideológico y emotivo, tal y como queda muestra en las representaciones que fueron realizadas tanto de San Jerónimo como de San Bartolomé, de las que se puede notar la semejanza con la obra de José de Ribera (conocido como “El Españoleto”) que puso de manifiesto en su pintura del año 1648 “San Jerónimo penitente”.

Vale la pena realizar un paréntesis durante este periodo, ya que, dentro de los aspectos técnicos, más allá de la temática, es posible observar que los pintores de la época, en especial dentro de la academia, buscaban mostrar la desnudez de diferentes cuerpos por las diferencias de texturas e iluminaciones que pudieran tener, no sólo en diferencia al género de los modelos, sino también en los aspectos de la edad, entre la juventud, la madurez y la vejez, mostrando desde pieles tersas hasta la muestra más exacta de arrugas propias de la edad avanzada, como se puede notar en las obras de “La muerte de Sócrates” (1858) de Ramón Sagredo, “Homero” (1854) de Rafael Flores, “La caridad de los primeros tiempos de la Iglesia” (1883) de José María Ibarrarán y Ponce, “Job” (1881) de Gonzalo Carrasco o “Jacob bendiciendo a los hijos de José” (1855) del mismo Felipe Santiago Gutiérrez. Para aquella época era muy censurado el realizar representaciones de desnudos, por lo que tenían que ser desnudos parciales y con temas religiosos o histórico – mitológicos.

Entrando al segundo espacio temático de la exposición, nos encontramos con una gran cantidad de retratos, mismos que fueron la tendencia que adoptó Felipe Santiago Gutiérrez a través de sus viajes, iniciando en Estados Unidos, lo cual le permitió obtener beneficios económicos, pero también poder aplicar lo que otros artistas internacionales realizaban, como es el caso de Pelegrín Clavé que como hemos señalado, fue su maestro dentro de la Academia de San Carlos. Este tipo de retratos además de mostrar a las personas, también versaban sobre del imaginario romántico, la moda y estilos de vida de la época, distinguiendo además de los protagonistas del retrato, los diferentes escenarios como habitaciones, jardines o paisajes que se situaban como fondo de la pintura.
Dentro de esta sección dedicada a los retratos, es importante señalar la presencia de una de las obras del mejor pintor alemán del siglo XIX, es decir, Franz Xaver Winterhalter, el cual era sumamente conocido por sus retratos de la realeza europea, tal y como sucede con la obra presente del retrato de la Condesa Maria Branicka de Bialacerkiew, la cual es una joya perteneciente al Philadelphia Museum of Art, quien la otorgó para poder presentarla en esta magna exposición.

Al corazón del sector dedicado a los retratos, el curador Víctor Rodríguez nos señala que, durante esa época los retratos “[…] hacen la representación de las mujeres porque ellas van a proteger el decoro, el lujo, las joya, la prenda, la coquetería y justamente la belleza”, precisamente manteniendo las estructuras y estilos heredados del renacimiento como lo fueron del artista Rafael Sanzio, con caras ovaladas y toques de iluminación distintivas de la época; esto es totalmente notorio en las obras del retrato de Doña Ángela Tosta de Adalid de Pelegrín Clavé y el retrato de Doña María de los Ángeles Osio de Cordero de Juan Cordero, quienes en espacio de una década y sin llegar a conocerse, manejaron una misma tendencia y estilo profundamente definidos en aspectos como la postura de las modelos, el peinado, la mirada o el uso de las sombras.

Conforme se avanza por las salas de retratos, podemos observar con mayor claridad la transición del romanticismo hacia el realismo, con obras mucho más escénicas, así como modelos que representan con mayor amplitud las diferentes clases sociales y sus actividades, como es el caso de las obras de Pantaleón Mendoza, Tiburcio Sánchez de la Barquera, Federico Madrazo y Kuntz, Juan Cordero o el mismo Pelegrín Clavé, quienes fueron creando un cambio al no solamente retratar a la mujer como dama hogareña, sino en disposiciones de actividades intelectuales, femeninas pero fuertes, relajadas fuera de una habitación e incluso en actividades lúdicas o recreativas en espacios públicos como lo es el bosque de Chapultepec.
Pero el retrato no se quedaba solamente en plasmar a las damas de la época, sino que también se plantearon como representaciones de figuras políticas, literarias e intelectuales de la época, tal y como puede observarse al final de la segunda sección, donde podemos apreciar una amplia colección de retratos de figuras masculinas de importancia pública, no solamente de México sino también de Colombia. De acuerdo con lo que remarca el curador Víctor Rodríguez, no se buscó crear un distintivo entre retratos de hombres y mujeres, sino el cambio de condición donde en la primera parte se mostraba la belleza y coquetería, mientras que en esta última parte se enfocaba en la seriedad, así como la percepción de la ciudadanía e intelectualidad, así como prestigio y poder que pretendían en la sociedad del siglo XIX.
Es preciso señalar que al fondo de esta sala se encuentra un espacio denominado como Natural-Virtual, utilizando medios y proyecciones digitales que son utilizados para comprender de manera interactiva la metodología artística utilizada por Felipe Santiago Gutiérrez. Ahí serán mostradas dos animaciones que se enfocan en dos aspectos fundamentales de la obra del artista, siendo la primera “El pincel y la pluma” dedicada a la polémica entre llevada por medio de cartas entre Ignacio Manuel Altamirano y Felipe Santiago y, la segunda se brindará a el análisis detallado de “La caída de los ángeles rebeldes”.

La tercera etapa del recorrido se enfoca a los aspectos de lo que fueron los viajes de Felipe Santiago Gutiérrez a través del mundo, siendo nombrado este núcleo como “Impresiones de viaje”, con lo cual, va dejando los retratos de figuras importantes de la época para mostrar el mundo cotidiano que observa, tal y como va ocurriendo con otros artistas del último tercio del siglo XIX, mostrando situaciones y personas reales, desde una de sus obras más conocidas, el “Retrato de mulata” del año 1875, hasta el caso de un hombre que pide limosnas en la ciudad de Bogotá. En la sala también es posible observar a otros autores como Juan Cordero, quien pinta el retrato de una mujer con un pandero en la ciudad de Roma o el conocido retrato de “Una belleza italiana” del pintor francés Étienne Adolphe Piot o, una de las obras que ya demuestran la transición al estilo impresionista, “Muchacha italiana” del también francés, Jean-Baptiste-Camille Corot.
Este enfoque se genera a través de lo que observa Felipe Santiago en las academias europeas, especialmente en París y en Roma, permitiendo alcanzar el estado crítico y naturalista del arte que derivó en el abandono de romanticismo idealista y emotivo al realismo humanista con enfoque social de los intelectuales de su época. Para lo que fue Latinoamérica, el enfoque era lograr alcanzar un levantamiento de la cultura regional, siendo esto último lo que llevó al pintor texcocano, como artista viajero, a plasmar escenas costumbristas y populares, las cuales formarían el acervo local con la formación que había obtenido de Europa, pero mostrando la belleza natural de América como ocurre con el retrato de la joven de piel oscura, conocido como “Retrato de mulata”, o como el caso de “La despedida del joven indio” de 1876, en la que es posible apreciar los detalles de la belleza de las prendas mexicanas del siglo XIX, como son el reboso o las telas de manta.

Una obra que vale la pena destacar es la del retrato de “El guitarrista toluqueño” de 1877, la cual, además de ser una obra que, por su técnica en el manejo de las luces, sombras y texturas, se trata de una joya poco conocida debido a que es precisamente en esta exposición la primera vez que sale al público después de pertenecer durante un largo tiempo a una colección privada.
Por último, llegamos a la sala enfocada al tema polémico del arte de finales del siglo XIX, es decir, el desnudo femenino. Cabe señalar que, aunque las obras con desnudos femeninos totales eran ya muy usuales en Europa, en América aún eran tema tabú, motivo por el que se volvió el tema por el cual adquirió mayor fama histórica Felipe Santiago Gutiérrez, ya que antes de él, no había ocurrido ninguna obra que mostrara el cuerpo de una mujer en total desnudez sin que tuviera que tocar una temática religiosa o de las Grecia y Roma clásicas para justificarlo. No se trataba exclusivamente por el pudor de la sociedad mexicana o latinoamericana, sino que la rigurosa academia de artes en México mantenía como tema de moral la figura femenina, pero, para este pintor viajero que había pasado por las academias de arte europeo, se volvió algo común y natural el poder a mujeres que se dedicaran al modelaje totalmente desnudas, tanto para pintar mujeres de la biblia como Eva, Salomé o María Magdalena, así como deidades femeninas de la mitología grecolatina como Afrodita, Atenea o Artemisa, pero que con la transición al realismo, los artistas también necesitaban trabajar con esas modelos para plasmar ya no las figuras histórico-mitológicas, sino al cuerpo desde el punto de vista humanista.
Cabe señalar que no solamente Felipe Santiago Gutiérrez es el primer mexicano en realizar un desnudo total femenino, sino que también es maestro e impulsor del pintor del primer desnudo total femenino en Colombia, Epifanio Garay, pero, debido a la fuerte censura en este país en aquella época, Epifanio se apoya en un tema bíblico que permita justificar la utilización del recurso del desnudo en su obra. A pesar de ello, en 1899 el ministro de educación pública de Colombia califica de inmoral a esta obra, debido a que perturbaba la mentalidad de los artistas colombianos.

Como obra central de esta última etapa de la exposición, se encuentran tres versiones de “La cazadora de los Andes”, quizás la obra más famosa de Felipe Santiago Gutiérrez. En esta obra podemos apreciar la misma disposición de la modelo, la cual representa a una mujer totalmente desnuda, en actitud de adormecimiento, recostada sobre una piel de algún animal, teniendo bajo su brazo derecho una especie de flecha y arco, con el fondo de las montañas de los andes. Se le compara con una especie de Diana cazadora, aunque también cabe destacar que dentro de los trazos es posible apreciar los pliegues de la piel y aspectos de mucho detalle como lo son algunas líneas de expresión, así como la naturalidad de los reflejos de la luz en las uñas, destacando la finalización de la transición al realismo naturalista.
Es imposible narrar la totalidad de la exposición en las líneas de este artículo, así como imposible trasladar todas las sensaciones y experiencias de vivir el contacto con un proyecto tan amplio que traslada a sus visitantes a esta época tan importante para el arte, por eso solamente nos queda exhortarles a que visiten el Museo Nacional del Arte, donde también podrán gozar de diferentes actividades como talleres, conferencias, jornadas académicas, ciclos de cine, recorridos en las salas, así como un maratón de dibujo de 10 horas.
Discursos de la piel se encontrará abierto hasta el domingo 14 de enero del 2018 de martes a domingos en horarios de las 10:00 a las 18:00 horas con un costo de $60.00 (sesenta pesos mexicanos), con cortesías a las personas que muestren credencial vigente de estudiantes, docentes o adultos mayores afiliados al INAPAM, así como entrada libre todos los domingos. Si desean mayor información no duden en visitar el sitio de munal.mx, así como sus redes sociales: MunalMx en Twitter e Instagram así como Museo Nacional de Arte INBA en Facebook, o siguiendo el hashtag #PielMUNAL.
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